“Empezaron a pasar autos. Subió un tranvía atestado de gente. La gran vía diagonal cruzaba delante de mis ojos con sus paseos, sus palmeras, sus bancos. En uno de esos bancos me encontré sentada, al cabo, en una actitud estúpida. Rendida y dolorida como si hubiera hecho un gran esfuerzo.
Me parecía que nada vale correr si siempre ha de irse por el mismo camino, cerrado, de nuestra personalidad. Unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, otros para mirar la vida. Yo tenía ese pequeño y ruin papel de espectadora. Imposible salirme de el, imposible de liberarme. Una tremenda congoja fue para mi lo único real en esos momentos”
Me parecía que nada vale correr si siempre ha de irse por el mismo camino, cerrado, de nuestra personalidad. Unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, otros para mirar la vida. Yo tenía ese pequeño y ruin papel de espectadora. Imposible salirme de el, imposible de liberarme. Una tremenda congoja fue para mi lo único real en esos momentos”
Pocos libros han hecho que me introduzca en la piel del personaje de esta forma. Se trata de una obre llena de psicología, lleno de seres atormentados por la vida, por las circunstancias, por la sociedad... Llegando hasta rozar la locura. Te muestra las dos caras de la naturaleza humana, aquella que respetamos, nos gusta, nos parece algo hermoso digno de conservar y aquella otra cara que desearíamos que desapareciera de lo despreciable que nos parece, es un libro, nunca mejor dicho, totalmente humano.
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